Otros poemas de Concha Méndez
Voy y vengo
Voy y vengo,
Marinera del último
puerto,
Mariposa del último cielo.
Voy y vengo.
En la ruta,
mi bandera de soles
enciendo;
mi bandera de soles
ardiendo.
Y en mis alas,
relucientes van todos mis
sueños.
Vida: noche.
En
mi noche mis luces luciendo...
(Londres,
1929)
Travesía
A mis amigos de la
Argentina
El mar mece mi navío,
y yo en la toldilla de
popa,
(sintiendo el corazón
mío...)
voy navegando hacia
Europa.
La Cruz del Sur quedó
atrás;
nos da escolta todavía...
¡Aún la verá un día más
igual que ALLÁ la veía!...
Y después, serán otros
soles,
los que alumbren mi
destino;
estos astros –ya
españoles–
que me salen al camino...
Los del Sur y los del
Norte
los llevo en mi corazón...
los llevo en mi
pasaporte...
los llevo en mi corazón...
Van doblemente encendidos,
porque en mi fondo les doy
todos
mis sueños dormidos...
lo
mejor de lo que soy.
Alta
mar, julio 1931
Voy por ti
Voy por ti, segundo niño,
segunda cuna en el tiempo,
que la primera, vacía,
quedó
hecha niebla de sueño...
Voy por ti, la sangre
llama,
la sangre quiere
recuerdos...
para cuando ya no esté
en este mundo mi cuerpo.
No nací para ser lago
remansado, humilde,
quieto,
sino mar de mil orillas
de calma y tormenta lleno;
no nací para quedarme
en un rincón del invierno,
heladas mis manos quietas,
sí para empuñar aceros
encendidos como antorchas
con que abrir caminos
nuevos.
1616
(Londres) núm. 10 (1935)
A Concha Méndez y Manuel Altolaguirre
El niño Stanton
Do you like me?
-Yes, and you?
-Yes, yes.
Cuando me quedo solo
me quedan todavía tus diez años,
los tres caballos ciegos,
tus quince rostros con el rostro de la pedrada
y las fiebres pequeñas heladas sobre las hojas del maíz.
Stanton, hijo mío, Stanton.
A las doce de la noche el cáncer salía por los pasillos
y hablaba con los caracoles vacíos de los documentos,
el vivísimo cáncer lleno de nubes y termómetros
con su casto afán de manzana para que lo piquen los ruiseñores.
En la casa donde no hay un cáncer
se quiebran las blancas paredes en el delirio de la astronomía
y por los establos más pequeños y en las cruces de los bosques
brilla por muchos años el fulgor de la quemadura.
Mi dolor sangraba por las tardes
cuando tus ojos eran dos muros,
cuando tus manos eran dos países
y mi cuerpo rumor de hierba.
Mi agonía buscaba su traje,
polvorienta, mordida por los perros,
y tú la acompañaste sin temblar
hasta la puerta del agua oscura.
¡Oh mi Stanton, idiota y bello entre los pequeños animalitos,
con tu madre fracturada por los herreros de las aldeas,
con un hermano bajo los arcos,
otro comido por los hormigueros,
y el cáncer sin alambradas latiendo por las habitaciones!
Hay nodrizas que dan a los niños
ríos de musgo y amargura de pie
y algunas negras suben a los pisos para repartir filtro de rata.
Porque es verdad que la gente
quiere echar las palomas a las alcantarillas
y yo sé lo que esperan los que por la calle
nos oprimen de pronto las yemas de los dedos.
Tu ignorancia es un monte de leones, Stanton.
El día que el cáncer te dio una paliza
y te escupió en el dormitorio donde murieron los huéspedes en la epidemia
y abrió su quebrada rosa de vidrios secos y manos blandas
para salpicar de lodo las pupilas de los que navegan,
tú buscaste en la hierba mi agonía,
mi agonía con flores de terror,
mientras que el agrio cáncer mudo que quiere acostarse contigo
pulverizaba rojos paisajes por las sábanas de amargura,
y ponía sobre los ataúdes
helados arbolitos de ácido bórico.
Stanton, vete al bosque con tus arpas judías,
vete para aprender celestiales palabras
que duermen en los troncos, en nubes, en tortugas,
en los perros dormidos, en el plomo, en el viento,
en lirios que no duermen, en aguas que no copian,
para que aprendas, hijo, lo que tu pueblo olvida.
Cuando empiece el tumulto de la guerra
dejaré un pedazo de queso para tu perro en la oficina.
Tus diez años serán las hojas
que vuelan en los trajes de los muertos,
diez rosas de azufre débil
en el hombro de mi madrugada.
Y yo, Staton, yo solo, en olvido,
con tus caras marchitas sobre mi boca,
iré penetrando a voces las verdes estatuas de la Malaria.
(Federico García Lorca. "Poeta en Nueva York")
En este enlace podéis leer "Noches lúgubres" de José Cadalso
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/noches-lugubres--0/html/fedb0ff6-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html
Aquí puedes leer una selección de los mejores poemas satíricos de Quevedo contra Góngora.
Contra Don Luis de Góngora
Este cíclope, no sicilïano,
del microcosmo sí, orbe postrero;
esta antípoda faz, cuyo hemisfero
zona divide en término italiano;
este círculo vivo en todo plano;
este que, siendo solamente cero,
le multiplica y parte por entero
todo buen abaquista veneciano;
el minóculo sí, mas ciego vulto;
el resquicio barbado de melenas;
esta cima del vicio y del insulto;
éste, en quien hoy los pedos son sirenas,
éste es el culo, en Góngora y en culto,
que un bujarrón le conociera apenas.
Soneto a Luis de Góngora
Yo te untaré mis obras con tocino
porque no me las muerdas, Gongorilla,
perro de los ingenios de Castilla,
docto en pullas, cual mozo de camino;
apenas hombre, sacerdote indino,
que aprendiste sin cristus la cartilla;
chocarrero de Córdoba y Sevilla,
y en la Corte bufón a lo divino.
¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?
No escribas versos más, por vida mía;
aunque aquesto de escribas se te pega,
por tener de sayón la rebeldía.
Otro contra el dicho
Tantos años y tantos todo el día;
menos hombre, más Dios, Góngora hermano.
No altar, garito sí; poco cristiano,
mucho tahúr; no clérigo, sí arpía.
Alzar, no a Dios, ¡extraña clerecía!,
misal apenas, naipe cotidiano;
sacar lengua y barato, viejo y vano,
son sus misas, no templo y sacristía.
Los que güelen tu musa y tus emplastos
cuando en canas y arrugas te amortajas,
tal epitafio dan a tu locura:
«Yace aquí el capellán del rey de bastos,
que en Córdoba nació, murió en Barajas
y en las Pintas le dieron sepultura».
Al mesmo D. Luis
¿Socio otra vez? ¡Oh tú, que desbudelas
del toraz veternoso inanidades,
y en parangón de tus sideridades
equilibras tus pullas paralelas!,
por Átropos te abjuro que te duelas
de tus vertiginosas navidades
que se gratulan neotericidades
[y] craticulan sentas bisabuelas.
Merlincocaizando nos fatiscas
vorágines, triclineos, promptuarios,
trámites, vacilantes icáreas.
De lo ambágico y póntico troquiscas
fuliginosos vórtices y varios,
y, atento a que unificas, labrusqueas.
Otro soneto al mesmo Góngora
Ten vergüenza, purpúrate, don Luis,
pues eres poco verme y mucho pus,
cede por el costado, que eres tus,
cito, no incienso; no lo hagamos lis.
Construye jerigonza paráis
que circuncirca es del Polo mus,
vete a dudar cabruno de Emaús,
pues te desprecia el palo y el mentís.
Tu nariz se ha juntado con el os
y ya tu lengua pañizuelo es;
sonaba a lira, suena a moco y tos.
Peor es tu cabeza que mi[s] p[i]es.
Yo, polo, no lo niego, por los dos;
tú, puto, no lo niegues, por los tres.